miércoles, 10 de junio de 2009

El Mocoso

-¡Treinta años!- cantó el juez. Sentí una gran repugnancia. Todo el cuerpo me tembló. Un rencor viejo y profundo se fue apoderando de mí.

El hombre entró sin hacer ruido. Se desvistió rápidamente y, sin mediar palabras, comenzó a hacer el amor con la mujer que estaba desnuda en la cama. Cuando él se levantó, chocó ligeramente con una cuna que estaba cerca de la cama. La mujer algo enojada le dijo: -¡Ten cuidado! no me vayas a despertar al ‘’Mocoso’’- como le llamaba al niño. El la miró con cierto desden, se vistió y salió de la habitación.

Todo esto me era incomprensible. Hice un juramento interno de vengarme de todos aquellos que habían actuado en mi contra: el maldito juez, el fiscal, los familiares de la victima, mi abogado (¡Ese maldito incompetente!) la sociedad, ¡¡Todos!!

Cuando el niño cumplió el primer año fue sacado de la habitación pero, los hombres seguían entrando noche tras noche, al principio, para luego no tener un horario fijo.

No pude soportar más, desesperado lancé un juramento: -¡Malditos!, me la pagaran. Juro que…- no pude decir más, dos policías me golpearon en la cara y el estomago, esposándome luego. El fiscal, algo nervioso dijo:-¡Llévense a este animal!-

-¡Maldito!, ¿Qué estás mirando?- exclamó la mujer-¿Vete a joder para otro lado! ¿No vez que estoy trabajando? ¿Es tu hijo?-preguntó el extraño- ¡Que te importa! ¡Apresúrate! Que tengo a otro esperando.




Un extraño día

La calle estaba solitaria, sólo un pequeño perro blanco, con algo en la boca, pasó rápidamente. Algo extraño estaba sucediendo. Había demasiada quietud. Un niño salió de algún lado, entró en una panadería solitaria, y volvió corriendo con algo en las manos, desapareciendo de la misma forma como había llegado.

Crecía una sensación de tensión, ni siquiera los perros ladraban. Eran las diez y cinco de la mañana, cuando los ‘’marchantes’’ en sus triciclos comenzaron a pasar por la desierta calle pero, sólo una pocas personas se asomaron a las ventanas o a las puertas de sus casas y, rápidamente, volvían a entrar. Una Guagua pasó rauda como un pez y una nube de polvo se levantó a su paso.

Las diez y quince. De repente sucedió: todo empezó a oscurecer y lentamente un murmullo, como un rezo, se escuchaba cada vez más. Algunos niños lloraban desde el interior de sus hogares; se oían pasos, maldiciones, lamentos…

De pronto, las personas salieron agitadas de sus casas. Las mujeres, en batas de dormir y sus rolos, se postraban de rodillas implorando a Dios que les salvara de esta catástrofe.

En medio del tumulto pasó otra vez el perro blanco, cogiendo una caja de cartón, para alejarse luego de prisa.

Un hombre, en calzoncillos salió al medio de la calle, se arrodilló implorando: -¡Misericordia señor! ¡Misericordia señor! ¡Miseri…!

Un niño muy asustado, que no comprendía el motivo de tanto alboroto, preguntó: -¿Abuelito, qué pasa?- Na´ mí jo´, un maidito eclise.
Ransés 21/7/83

lunes, 8 de junio de 2009

¿Caridad...?

¿Caridad...?


Despertó con terrible dolor-¡Coño, no vuelvo a tomar así- se dijo.
Se puso la mano en la cabeza, le sonaba como una campana gigantesca; se sentía aturdido, el dolor era insoportable. Pensó en levantarse pero casi se cae de la cama, alcanzó a sentarse con suma dificultad.
-Estoy mareado-se dijo. A tientas buscó un frasco de acetaminofén, que siempre reposaba en su mesita de noche, lo asió torpemente, le abrió como pudo y extrajo de él dos capsulas, se las tomó sin agua, como acostumbraba. Sintió que se les habían pegado en el gaznate, tragó saliva y fue entonces que empezaron pesadamente bajar hasta que la sensación de atasco desapareció. Se recostó de lado hasta que lentamente lo fue envolviendo un sueño profundo.

Soñó con la morena con quien había estado la noche anterior. Una Venus de piel canela; nalgas redondeadas; ojos azabaches, grades como platos, pestañas negras y espesas; senos puntiagudos y redondos como dos melones-¡Diablos, que senos tan ricos!- se dijo en el sueño. Aquella mujer además de hermosa era muy alta, fat free, unos labios que enloquecían a cualquiera pero, lo que mas hermoso tenia era su dentadura ¡Tan Blanca! ¡Tan Perfecta!

Aún dormido, al soñar con ella, todo su cuerpo se erizaba, el corazón palpitaba desordenadamente y todo su cuerpo se retorcía de placer mientras evocaba aquella visión.

La presintió semi-desnuda, acostada a su lado. Siguió su rastro de animal en celos. Ella, adormecida, sintió que una fuerza brutal le despojaba de las pocas prendas de vestir que aún le quedaban. Pero al punto que sintió la mano de él reptando agónica por sus senos firmes y temblorosos, deslizándole sin pudor por su meridiano centro, se volvió como una tigresa hambrienta. Correspondió a sus besos, a sus caricias y a sus abrazos. Se quejó con sus quejidos, cual animal herido. Se dejó montar a lo macho. Ensayó con él todas las posiciones del Kamasutra y, cuando ya le fallaban las fuerzas, le pidió más.

Al final cuando sus cuerpos flotaban ingravidos por la alcoba, cuando solo eran polvo de estrellas, le susurró al oído –Caridad, ¿Cuánto te debo?- Fue entonces que comprendió el motivo de su dolor. La causa de aquel desesperante dolor que amenazaba con hacer estallar su cabeza.

Cuando por fin pudo abrir un poco los ojos, veía todo borroso, la habitación giraba lentamente, como en un calidoscopio. Volvió a cerrar y a abrir los ojos con igual dificultad, pues sentía gravas dentro de sus párpados. Alcanzó a ver la silueta de una mujer blanca, sentada en posición fetal en una silla de mimbre franqueando la puerta de salida, que estaba desnuda. Su grueso pelambre lacio y negro, algo canoso, lucía desordenado. Fumaba despacio un cigarrillo americano, que sostenía con su mano izquierda. Tenía en los ojos una mirada aterradora, mezcla de odio y felicidad; sonreía con malicia, mientras en la mano derecha colgaba aun una sartén- ¡Ah con que Caridad eh…! Dijo con ironía sin dejar de apartarle aquella mirada tan fría… Ransés 1:20 PM